Thrash Metal repleto de creatividad.
CRITICA LD
Material a pulir: INJECTOR
Disco: “Hunt of the Rawhead” (2020)
Procedentes de: Cartagena (Murcia)
Fundación: 2012
Estilo: Thrash Metal
Discografía:
- “Harmony of Chaos” (EP) (2013)
- “Black Genesis” (2015)
- “Stone Prevails” (2018)
- “March to Kill” (2020)
- “Hunt of the Rawhead” (2020)
Sello discográfico: Art Gates Records
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Autor de la reseña: El Puli de Cádiz

«Hunt of the Rawhead» es el tercer trabajo de larga duración de la banda cartagenera Injector y, ya de entrada, os digo que es un discazo con unas composiciones que harán las delicias de los aficionados a lo que vino en llamarse Thrash Metal de la Bay Area, si bien hay detallitos aquí y allá que le dan personalidad propia al sonido de los de Cartagena. Y es que evolucionar sin salirse del tiesto es muy difícil en un estilo con unos cánones tan definidos como es el Thrash Metal. Desde su primer EP, editado en 2013, Injector mantienen ese estilo de Thrash con buenas melodías, accesible a la par que agresivo.
La banda comenta que el método de trabajo para la composición de este álbum ha sido diferente al que venían ejecutando anteriormente. Los cuatro miembros han estado presentes en todas las sesiones de composición, de manera que la huella de todos ellos ha quedado imprimida en cada uno de los temas.
El grupo se muestra muy orgulloso, y con razón, del resultado obtenido en este «Hunt of the Rawhead». Tanto a nivel compositivo como de mezcla, me parece un trabajo magnífico. El sonido de los instrumentos es nítido, sin perder por ello fuerza, más bien al contrario. Las armonías de guitarra y los solos, los detalles del bajo, la pegada a los parches, todo queda muy bien engranado, ensamblándose como las piezas de una maquinaria metálica de brutal precisión. La voz, por su parte, os podría recordar en algunos momentos puntuales a la de Guillermo Izquierdo, de Angelus Apatrida, y en algún tema se atreven a darle un giro más moderno y melódico.

En cuanto a las letras, se alejan de la temática sociopolítica habitual en muchas agrupaciones de Thrash, decantándose, en cambio, por la ciencia ficción. El concepto del álbum continúa la saga de los dos anteriores, tratando el conflicto entre los humanos y el «Injector». En «Black Genesis» trataban del primer contacto entre la especie humana y la inteligencia extraterrestre, y tras casi extinguirse los primeros en «Stone Prevails», llega el momento de plantar cara: La humanidad se arma y pretende alzarse contra los seres que estuvieron a punto de aniquilarla. En el proceso, visitarán otros planetas, donde les aguardan peligros desconocidos.
Al igual que en sus trabajos anteriores, la portada ha sido ilustrada por Enrique García Morales, manteniendo la estética de cómic postapocalíptico. He leído por ahí que presumiblemente la inspiración para estas portadas proviene de una serie de videojuegos llamada Borderlands. Quizá incluso las letras tengan que ver con esto.
El disco fue grabado durante el mes de agosto de 2020. La mezcla y masterización se realizaron en septiembre. Todo el proceso fue realizado por Dani MVN en los SUP Studios.

Veamos con más detalle los cortes de este tercer álbum de Injector.
El primer corte, «March To Kill», se inicia directamente con un riff matador sobre el que se van añadiendo el resto de instrumentos, nada de introducciones épicas o grandilocuentes. ¡Vaya trallazo para abrir un disco! De entrada, se aprecia la nitidez en la producción. Impera la velocidad durante todo el desarrollo de la canción y destaca la potencia del estribillo, no exento de melodía y pegada. Las voces van repartidas entre Dani MVN y el bajista Mafy, realizando ambos un gran trabajo.
La siguiente pista, «Unborn Legions», se inicia con un riff thrasher acompañado de una batería machacona y, de repente, la canción gira hacia pura velocidad desbocada. Encuentro reminiscencias de Anthrax en el puente, al que siguen unas guitarras dobladas en el estribillo, que me recuerdan a los momentos más melódicos de bandas como Arch Enemy. Los solos de guitarra son magníficos, ejecutados con maestría sobre distintos riffs, desarrollando melodías coreables que se quedarán grabadas en la mente de los fans. La presencia del bajo también es notable, especialmente en ciertas partes de la sección instrumental del tema.
Una introducción de bajo y batería da comienzo al tercer corte del disco, «Into The Black». Las estrofas van sobre un riff thrasher a medio tiempo, y tras crear algo de tensión antes del estribillo, este explota con sonoridades diferentes a lo que es el Thrash más típico, presentando un arpegio de guitarra distorsionada sobre acordes largos de la otra guitarra y una línea de bajo más que interesante, mientras que la voz suena más melódica, sin perder su tono rasgado, consiguiendo sonar actual. Destaca también la parte instrumental, algo que será una constante a lo largo de todo este redondo.
Con ruidos de tormenta y una voz en off que dice «they are here, the dreadnoughts», da comienzo el cuarto tema, «Dreadnought Race», que enseguida se desenmascara como un Thrash rápido, sin concesiones, perfectamente adecuado para el moshpit. Antes del solo hay una especie de estrofa que es puro «tupa-tupa», con los típicos coros gritones. El solo de guitarra es totalmente thrasher, triturando notas a saco, con un poquito de whah-whah aquí y allá. Tras el solo, la banda retoma de nuevo la velocidad endiablada, interpretando nuevamente estrofa y estribillo para terminar en una especie de coda en la que imprimen más melodía sin perder la velocidad. La estructura del tema, en definitiva, no es la más típica, a pesar de ser una canción claramente orientada al directo.
La quinta es la pista más larga del CD, rozando por poco los 8 minutos de duración. «Rhythm Of War» baja el tempo respecto a otros temas del disco, pero manteniendo la intensidad y la atención, gracias a los constantes cambios de ritmo y los diferentes ambientes que nos presenta. Desde el riff de inicio, que se repetirá en el estribillo, hasta la impresionante parte instrumental, pasando por el groove de las estrofas y los arpegios oscuros y dramáticos que las preceden (y que podrían recordar al Thrash progresivo de grupos como Anacrusis), Injector derrochan creatividad a raudales. La parte instrumental, como he dicho, es una delicia. La banda se prodiga ofreciéndonos solos melódicos, que en ciertos momentos podrían traernos a la memoria a Megadeth, sobre riffs de velocidades cambiantes, aumentando la tensión dramática hasta llegar a la última repetición de las estrofas y el estribillo. ¡Es el ritmo de la guerra, amigos!
El siguiente tema, «Arcane Soul», comienza con la batería, que al poco es seguida por el resto de instrumentos, desarrollando una introducción oscura. Los cambios de ritmo y de velocidad son constantes a lo largo de todo el tema, dando lugar a una estructura de maravilloso y dramático caos. Las voces alternan entre recitativos y desgarros y en algún punto me han recordado a Guille de Angelus Apatrida. El momento del solo es un remanso de paz, sobre arpegios de guitarras acústicas, que le dan un rollo King Diamond, aunque los cambios añaden tensión a esa «paz» hasta que llega el momento de la reaparición de las voces.
En «Feed The Monster», en cambio, Injector exhiben un Thrash Metal más típico, con un riff inicial compuesto para liarla bien en el moshpit. Este tema es Thrash sin concesiones, pero con unos arreglos bárbaros en las guitarras que le dan una dimensión extra de calidad, para alimentar a ese monstruo que llevamos dentro y que está siempre ávido de riffs incendiarios, «tupa-tupa», doble bombo a todo trapo y solos estratosféricos.
Viajamos por el espacio sideral con el siguiente corte, titulado «Interstellar Minds». Se trata de una instrumental con un comienzo que podrían haber firmado los mismísimos Forbidden. ¡Qué riff y qué solista por encima! El desarrollo del tema nos lleva a partes más tradicionales, donde la batería suena un poco a Nicko McBrain, partes más pausadas con bellos arpegios, progresiones de acordes que le dan tensión al viaje cósmico, para terminar con un desvanecimiento del sonido que nos deja con ganas de más, y es que se hace corto el periplo estelar con esta banda sonora.
Si Injector comenzaban el disco con un riff rompecuellos, la última canción no podía ser menos. «Boundbreaker» se presenta pletórica de fiereza y velocidad. Los cambios de ritmo se suceden a lo largo de la estructura de la canción, y es que los cartageneros van sobrados de creatividad. Presten los oyentes atencion, por ejemplo, al riff de las estrofas, o al lick entre el primer estribillo y la segunda estrofa. ¡Una gozada! Los solos, como siempre, magníficos, adaptándose perfectamente a la velocidad de cada riff, y dejando a estos respirar cuando es necesario. Cuando parece que la canción va a terminar, empiezan a sonar ruidos de máquinas y luego un arpegio acompañado por el bajo que va haciendo de las suyas y por un solo de guitarra sin distorsión, muy bien armonizado todo ello. Las últimas 8 notas del arpegio nos despiden de este sensacional álbum.
Poco más queda que decir, salvo que este es un disco recomendadísimo para los amantes del Metal en general y del Thrash en particular. Así lo atestiguan el perfecto balance entre agresividad y buenas melodías, la diversidad de ambientes que podemos encontrar dentro de cada uno de los temas y el perfecto sonido conseguido en la grabación y mezcla del álbum.
¡Dadle al play, insensatos!
Tenéis más críticas de discos en la sección Críticas L.D.
Nos seguimos viendo por la fragua, metal splinters!