La Hoguera de San Juan
En Sevilla, ritual y reminiscente como pocas urbes, el solsticio estival suele pasar bastante desvaído en cuanto a celebraciones, quizá porque no apetece mucho celebrar la llegada inminente de tan tórridos días. A sus afueras, en cambio, hay un municipio en el que, aunque sea por conveniencia onomástica, la Noche de San Juan mantiene una relevancia festiva destacada.
San Juan de Aznalfarache es casi un barrio de Sevilla, desde una perspectiva metropolitana; hasta el que tuvimos facilidad para desplazarnos quienes quisimos asistir a una celebración completa: en cuanto se extinguiese la Hoguera de medianoche, prendida con un desfile de aires medievales que sirvió de previa bastante acertada, comenzaría la tercera parada en territorio español de Mägo de Oz en su gira Hasta que el cuerpo aguante, con la que la banda más emblemática del folk metal patrio celebra sus 35 años de existencia, con todas sus formaciones mediante.

Aunque debía ser la cuarta fecha, apenas unos días antes y a causa de problemas técnicos, la suspensión de última hora en Moratalaz —con toda su polémica— reavivó cierta preocupación entre el público cuando pasaban cinco minutos sobre la hora prevista de comienzo en San Juan, calmada por los gestos de Txus mientras revisaba cada rincón del escenario para asegurar al equipo, al grupo y a la concurrencia que todo estaba correcto antes de levantarse sobre la característica batería de doble bombo para alzar las baquetas, que en su caso también son batutas, y dar inicio con un tema potente: «Satania«.
De Txus se pueden decir muchas cosas, y las puede decir mucha gente. Seguramente, muchas de las que digan no serán buenas, pero las dos que yo puedo expresar sin temor a equivocarme sí lo son: que conecta con el público y que le trae sin cuidado quienes opinan que Mägo se ha convertido en una “orquesta de verbena” actuando en fiestas de pueblo y barrio. No nos engañemos: si no fuese porque el ayuntamiento ha pagado el caché, quizá muchos de los que disfrutaron del concierto no hubiesen acudido (véase el aforo de la sala en la que presentaron el año pasado) y eso demuestra que el líder de la banda intenta llegar a cuantos más seguidores mejor. Tal como está el panorama musical, eso hay que valorarlo.

Conscientes de ello público y componentes, Charly López saludó dando todas las explicaciones necesarias (algo también de agradecer) sobre su presencia solitaria, que pronto dejaría de serlo, en el frontal del escenario. Con Zeta fuera del circuito como ya es sabido, Tete Novoa cumpliendo compromisos con Saratoga en el Rock Imperium y la ausencia de Rafa Blas, le tocaba defender un repertorio de innegable dificultad, tanto por la exigencia vocal del estilo como por la expectación de quienes augurábamos un setlist repleto de autorreferencias, dado que es una gira de aniversario. Desde los primeros compases de «Jesús de Chamberí» demostró toda la voluntad de ejercer su función con solvencia, técnica y el inestimable apoyo de la magnífica voz, aún en segundo plano, de Xana Lavey. Puede que demasiado micro hacia la platea, aprovechando que, en efecto, no nos equivocamos y desde las tablas dispararon una batería de canciones sabidas y coreables: «Hazme un sitio entre tu piel«, «El que quiera entender que entienda» y «La Santa Compaña»; hasta confundir a la concurrencia en el speech de introducción con una retahíla de nombres diabólicos. Mientras desde una plataforma Minas del Cala que comenzaba a temblar como pasa en los buenos conciertos nos desgañitábamos invocando a «Astaroth», se sacaron de la manga un «Satanael» que, a juzgar por el nombre del recinto, bien pudo servir para salir por peteneras.
Después de dejar algo frío al respetable con ese tema más escuchado que acompañado, llegó quizá el mejor momento de la actuación con una composición bastante reciente pero que ya se ha insertado en la memoria emotiva de los seguidores del grupo: Xana Lavey emergió al fin de la penumbra y el excesivo humo en un escenario demasiado pequeño para ese recurso escénico, junto con su binomio en Celtian, Diego Palacio, para encantar con todo un conjuro el día a la hora adecuados. «La dama del mar», con su estribillo comenzando con “y en la Noche de San Juan” no pudo sonar mejor, tanto por la destacable la calidad acústica sin estridencias, distorsiones ni acoples (aunque esto tuvo un pequeño-gran-enorme “pero” al que aún no hemos llegado) como por la voz de Xana.
Aquí me tengo que detener para mencionar que, en mi opinión, Xana es a día de hoy la mejor voz femenina del rock en este país, con una garganta extraordinaria, como confirmó en una «Ranxeira» monumental. Xana se come un escenario como llenaba las pantallas en los covers que le hicieron ganarse un sitio ya privilegiado en la escena actual.

Después del derroche de voz con el que Xana dio descanso a Charly, otro tema reciente (el que da título a Bandera Negra) permitió poner en el centro de la escena a lo más clásico del conjunto: Jorge “Hijo Pródigo” Salán y Carlos Prieto “Moha” se turnaban en riffs de guitarra y violín acompasados de palmas como una conjura: el Mägo está igual de vivo que cuando salió Finisterra, y con ella y su cuarto de hora largo de ejecución se iba realizando el hechizo… hasta que los diablillos burlones quisieron meterse entre los bafles a mitad de composición: los altavoces sencillamente dejaron de funcionar y solo se oía la tenue batería de Txus acompasando los movimientos del resto de integrantes, que no parecieron darse cuenta del percance a través de los mismos pinganillos inalámbricos que impidieron la actuación de Madrid. No más de quince o veinte segundos después, todo volvió a la normalidad para dar por terminado el setlist principal.
Durante la ausencia del grupo en escena, alguien recordó el título de la gira y comenzó a cantar “estamos locos de atar”, seguido por cientos de voces hasta formar una coral a capella terminando hasta que el cuerpo aguante… tal vez por eso (si no, no se entiende), Mägo dio el tema por cantado y salió al encore guardándose la canción para otro día.
Creo que sería a eso de las dos menos cuarto cuando Txus dialogaba con gestos desde su púlpito a la feligresía, mandando a dormir o a follar, que ya era hora. Negociamos entre todos que tres temitas y a la cama, cada uno a lo que pudiera, precedidos de un guitarreo de Salán, Metal puro que lanzó la manos cornutas al aire para que moviese los «Molinos de viento», llegase hasta «La Costa del Silencio» y todo terminase, como no podía ser de otra forma, como empezó: bebiendo en la hoguera con un himno que no solo fue el previsible cierre de Mägo: esa noche fue, sencillamente, el motivo de que estuviésemos allí, de «Fiesta Pagana».
Texto : Francisco de Borja Castro
Pienso que no fue eso lo que pasó en Finisterra. No fue que se apagaron los altavoces, eso fue en otra canción. Yo creo que la batería estaba tocando otra cosa y todos los demás músicos fueron descompasados todo el tiempo. Intentando arreglarlo pero imposible,fue un desastre. La gente se quedó callada porque no se sabía ni lo que estaba sonando. No entiendo como no pueden solucionar eso sobre la marcha, puede ser que la batería iba enlatada?
Sin ser yo experto en sistemas de sonido no sé cual fue el motivo, realmente; pero el sonido se cortó abruptamente y desde mi posición se escuchó la batería (eso sí, muy tenue). Si fue en otro tema, quizá es que se me hizo un poco largo «Finisterra» en ese contexto.
Gracias por leer!!