El heavy ¿nace o se hace? Día de la Música.

   En la época dorada del Tuenti, un joven desconocido se presentó ante mí, vía mensaje privado, con la siguiente frase: “Hola, me llamo Godofredo1 y soy heavy desde chico”. Dicha frase nos sirvió a mis amigos y a mí para reírnos durante una temporada. Pero ahora, con el paso de los años, esa frase ha macerado en mi mente y la veo con otros ojos. ¿Se puede ser heavy desde chico? Por qué no.

   Eres pequeño, probablemente nunca has escuchado un riff de guitarra ni sabes quién es Angus Young, pero eres heavy, aunque aún no lo sepas. Solo hace falta una chispa que prenda la llama del metal para descubrir un mundo del que ya no querrás salir.

   En este Día de la Música, el staff de Esquirlas de Metal ha querido compartir con vosotros cuales fueron esas canciones, momentos, personas… que nos hicieron decantarnos por este género y acompañar esas vivencias con una serie de playlists creadas para la ocasión. Y aunque el metal nos corra por las venas, el heavy es un espécimen melómano por naturaleza, capaz de apreciar la buena música sea del estilo que sea (entiéndase que no todos los géneros pueden denominarse música2).

   Mis inicios en el mundo de la música empezaron con el Rock and Roll. Todo comenzó a la tierna edad de diez años, cuando descubrí los vinilos de mi padre: Creedence Clearwater Revival, Jimi Hendrix, Chuck Berry… Pero el que me conquistó del todo y no podía para de escuchar fue Bill Haley And His Comets.

                      

En el colegio siempre fui una incomprendida, rodeada de niños que escuchaban Ecos del Rocío y Romeros de la Puebla. Yo aún no sabía que era el Rock, pero estaba segura de que aquello no me gustaba. Estando aún en el colegio, otros compañeros incomprendidos me prestaron unas cintas piratas, concretamente de Metallica y de Héroes del Silencio, no tenía ni idea de quienes eran aquellos tipos, pero sin duda alguna, era lo que yo estaba buscando. Por aquella misma época vi un concierto de La Kelly Family y fue donde me di cuenta que a mí lo que me gustaba eran las guitarras eléctricas y los hombres con melena, no necesariamente en ese orden.

Y cuando ya conocí a los Maiden, Judas, KISS, cuando escuché por primera vez «Mr. Crowley» (significó mucho para tí, pero has olvidado añadirla a la playlist, bonita), algo ocurrió dentro de todo mi ser, una transformación, una especie de metamorfosis de gusanito a mariposa con tachuelas. El heavy puede que nazca o puede que se haga, lo que nunca entenderé es que haya gente que me haga siempre el comentario de: yo cuando era joven también escuchaba esa música, pero ya tengo una edad, ya he pasado la fase de ir a festivales, con ese aire de condescendencia. Pues yo espero que cuando sea anciana y me rompa una cadera, sea por haberme venido arriba en un pogo.

Los inicios del señor Puli fueron tal que así:

   ¡Qué difícil cometido es elegir las canciones o los discos que más me hayan marcado a lo largo de mi vida!, ¡y qué entretenido, a la vez! Ciertamente, es algo que llevo tiempo queriendo hacer, y me ha venido muy bien esta entrada ideada por la compañera Mia Wallace para celebrar el Día Europeo de la Música.

Yo nací en 1975 y, como muchos de mi generación, comencé a interesarme por la música más o menos en la época en la que Europe triunfaban globalmente con «The Final Countdown», tema que oí por primera vez en el programa de Jose Luis Moreno, «Entre Amigos» creo que se llamaba. Me compré el cassette. Bueno, mis padres me lo compraron en Círculo de Lectores. Conocer a Europe llevaba de la mano conocer a Bon Jovi también, que andaban ahí en las listas de ventas con el «Slippery When Wet», un disco lleno de canciones inolvidables.

Era una época en la que teníamos sólo 2 canales de televisión, pero había programas de música y eran medianamente variados. Cuando en casa entró por fin un vídeo VHS, me aficioné a grabar las canciones que me gustaban de esos programas musicales. Y así fui descubriendo a Whitesnake, Poison, Scorpions, Dio, Def Leppard… y los tenía intercalados en la cinta con C.C. Catch, Saundra o Samantha Fox. Seamos sinceros, y sin desmerecer la calidad de las canciones: en muchos casos la parte visual tuvo mucho impacto en nuestras mentes adolescentes. Dos buenos ejemplos serían el vídeo de «Rhythm of Love», de Scorpions, con esas imágenes mezcla de erotismo y ciencia ficción, y el de «Here I Go Again», de Whitesnake, donde tomaba mucho protagonismo Tawny Kitaen, por entonces pareja de David Coverdale. Lo dicho, éramos adolescentes.

Recuerdo también un bar del pueblo de mi padre donde había una jukebox. Una noche una pareja vestida de negro impoluto puso «Maldito sea tu nombre» y esos gritos me volaron la cabeza. ¿Qué diablos era eso que estaba sonando?

Estando ya en octavo de EGB (¡toma ya!), llegó a mis manos una cinta con varias canciones del «Powerslave» grabadas (cuando un tiempo más adelante escuché el «Live After Death», me dió «coraje» que «Rhyme of the Ancient Mariner» no estuviera entera en aquella cinta que me pasaron). Ya antes había visto en la tele el vídeo de «Can I Play With Madness». Una vez oí a Iron Maiden ya no había marcha atrás. Ni C.C. Catch ni hostias. El mundo del Metal se abría ante mí y estaba dispuesto a recorrerlo a lo largo y lo ancho. En unos meses comenzaron a pasar cintas de grupos míticos por mis manos y las de mis colegas. Juanjo las conseguía de sus vecinos, también nos llegaban del hermano de Rosi o del hermano de Jero. Eran tiempos en los que el Heavy Metal gozaba de cierta popularidad y en el barrio había varios «hermanos mayores» metidos en el mundillo. Ese año me aficioné a Manowar (me compré el cassette del «Kings of Metal», lo escuché con Juanma en su casa y flipamos con los gritos de Eric Adams), Warlock (mi primer vinilo, el «Triumph of Steel», que compré en la excursión de fin de curso), W.A.S.P. («Wild Child» y «I Wanna Be Somebody», ¡vaya dos temas para comenzar sendos LPs!), Quiet Riot (la versión del tema de Sweet, «Cum On Feel the Noize», se te metía en la cabeza y no se iba) y a los inconmensurables Helloween de los «Keepers», que me acompañan desde entonces. No puedo olvidar la sensación de la primera vez que escuché la «invitación» que da paso a «Eagle Fly Free».  Era como flotar. Tampoco podemos olvidar la «intepretación» de «March of Time» que hicimos desde la parte de atrás del autobús de la excursión de octavo. Impagables momentos.

Poco después de Helloween, descubrí el «Kill’em All» y el «Ride the Lightning» de Metallica, el «So Far, So Good… So What!» de Megadeth y el «State of Euphoria» de Anthrax. El Thrash Metal americano se hacía hueco a marchas forzadas en mi colección de cintas y vinilos. 

El primer disco que escuché de Judas Priest fue el «Ram It Down» que, a pesar de estar medio olvidado por la crítica, el público y la propia banda, a mí me parece una de sus mejores obras. «Blood Red Skies», «Hard As Iron» o el tema que da título a la obra merecerían mucho mayor reconocimiento, en mi opinión.

También indagamos en el pasado de Helloween, descubriendo su faceta más Speed Metal con su primer EP y el mítico «Walls of Jericho», con Kai Hansen a las voces. Un estilo bastante diferente del de los «Keepers» pero igualmente sobresaliente.

Creo que ya estaba en el instituto, cursando el B.U.P., cuando llegó a mis oídos «The Headless Children», que se convirtió enseguida en mi disco favorito de W.A.S.P. En el instituto, el principio, mi aliado en el Metal era Tomy. El segundo año ya conocí también a Rober y Diego, pero seguía en contacto con mi pandilla de la E.G.B. Más o menos en esa época comencé a escuchar a Running Wild (con el «Port Royal» y después el «Death or Glory») y a Rage, cuyo «Secrets in a Weird World» me dejó maravillado a la primera escucha, aunque, de nuevo, en una cinta en la que no estaba el disco al completo. ¡Vaya puñado de temazos!

joven Puli en 1991

El «Heading for Tomorrow» de Gamma Ray no me flipó en la primera escucha, pero unos días después ya no podíamos dejar de escucharlo. Y resulta que había un grupo alemán cuyo segundo disco venía anunciado en la Metal Hammer diciendo que colaboraba Kai Hansen. La portada era fantástica y misteriosa. Lo tenía todo para que lo quisiéramos pillar y, por fin, alguien le pasó el vinilo a Fernando y recuerdo que los estvimos escuchando en casa de Luis. Todos nos grabamos aquel «Follow the Blind» de unos primerizos Blind Guardian cuyo sonido épico aún estaba por pulir y que coqueteaban incluso con el Thrash.

Y hablando de Thrash, ¡qué descubrimiento fue Testament! Primero con el «Practice What You Preach», que incluía temazos como «Sins of Omission» o «The Ballad» y después con «Souls of Black», que recuerdo que le cayó por reyes a Juanma.

Otra gran revelación fue Annihilator, cuya música me asaltó por vez primera con el «Never Neverland», siendo «The Fun Palace» un de mis temas preferidos de ese disco.

Tankard también forman parte importante de mi biografía musical. Fue nuestro primer concierto, el 5 de diciembre de 1991 en el desaparecido Cine Brunete de Cádiz. Era un cine de verano y había gente que vio el concierto desde alguna azotea o tejado cercano. Mi colega Juanma pilló una baqueta al vuelo, de forma casi inconsciente. Hace un par de años tuvo el detallazo de regalármela. ¡Muchas gracias!

Por aquella época sería también cuando comenzamos a escuchar a King Diamond. «Cospiracy», «The Eye», «‘Them'» y «Abigail» nos ayudaron a entrar en el oscuro y terrorífico mundo del Rey Diamante.

Un par de discos que escuchaba yo muchísimo por aquel entoncces y de los que, desgraciadamente, no hay nada en Spotify, eran «Art In Motion», de Secrecy, que hacían un Metal progresivo con algo de Thrash, de Power y de lo que les daba la gana y en el que destacaba la peculiar voz de Peter Dartin, y «Heresy», un discazo conceptual sobre las cruzadas contra los cátaros, interpretado por Paradox, que hacían algo entre Thrash y Power Metal y que han continuado su carrera de forma bastante underground, pero sacando CDs bastante apañados.

En la excursión de tercero de B.U.P. me pillé los dos primeros discos de Xentrix y el «Twisted Into Form» de Forbidden, que me parece una obra cumbre del Thrash Metal de la Bay Area, un disco con unas composiciones monumentales, unos riffs y unos desarrollos magníficos y unas voces sobrenaturales.

vinilos del Puli

En una onda más cruda, el vídeo de «Betrayer» de Kreator me abrió el oído a un tipo de Thrash Metal más extremo. Otro disco que escuché muchísimo en esa época fue el «Dreamweaver (Reflections of our Yesterdays)» de los británicos Sabbat, donde militaban Andy Sneap (ahora un reputado productor y guitarrista en directo de Judas Priest) y el pequeño-gran Martin Walkyier. Deberíais ver el concierto que Noise Records organizó en Berlín Este tras la caída del muro, con Kreator, Tankard, Sabbat y Coroner: Pura historia del Metal. Os lo dejo en este enlace.

Hablando de Noise Records, me compré un VHS llamado «Doomsday News vol II» que era un recopilatorio de Video-clips de bandas del sello alemán, como Rage, Gamma Ray, Voivod… No sé cómo no rallé la cinta de vídeo, de la de veces que la puse. Algunos de los temas de ese recopilatorio están incluidos en la playlist que he montado para «hablar de mi libro», como «Buy or Die» de Scanner, la power metalera «Gods of Fire» de Mania, la progresiva-jazzística-thrasher «The Eldritch» de Watchtower o la funky-thrash «Everyday’s a Holiday» de los californianos Mordred, que fueron uno de los primeros grupos en mezclar Thrash, Funk, Rap y cosas que podrían parecer imposibles, y les quedó muy bien.

Bathory aparecieron en mi vida con el «Hammerheart», un disco que tenía un ambiente vikingo increíble, aunque la voz de Quorthon no fuera nada del otro mundo. Se cierra esta obra con «One Rode to Asa Bay«, un temazo como la copa de un pino, que nos cuenta el drama de la cristianización de Escandinavia.

Y de Suecia, a Brasil. ¡Qué bestialidad el «Arise» de Sepultura! Me encantó ese disco, y me abrió un poco más a los sonidos más extremos.

Grinder, coetáneos y vecinos de Blind Guardian, también estuvieron una buena temporada pulverizando mi cerebro con temazos como «None of the Brighter Days», «Agent Orange» o «Inside», de su discazo «Dead End», que no está en Spotify, así que os dejo con «Hymn for the Isolated» de su «Nothing Is Sacred«, que también quemé bastante, pero al año siguiente.

En la playlist de más abajo me extiendo algo más en el tiempo y he metido temas y grupos que conocí en mi etapa universitaria y en mi vida de «persona mayor», pero en algún momento debía poner tope a mi texto. Si queréis más, pedidlo y os hablo un poco más sobre «mi libro».

Alex Puch se pone tierno y nos cuenta un bonito relato de sus inicios metaleros:

     Mi relación con el Metal no fue un amor a primera vista de adolescencia, de esos que se cruzan las miradas y las almas se entrelazan y aparecen unicornios cabalgando sobre arcoíris de corazones. No, no fue uno de esos amores. Fue más bien despacio. Incluso puede que mi primera impresión no fuera la mejor el día que nos presentaron. Fue poco a poco. Me fue ganando de una manera sutil, sin yo darme cuenta. Era otra época. Por aquél entonces no estaban disponibles todas las herramientas que hoy existen en la red para disfrutar y descubrir nuevos grupos, pero sí que se podían escuchar canciones de bandas como Extremoduro, Metallica o Nirvana en canales de radio como los 40 principales. Era otra edad. Se trapicheaba con cintas pirata grabadas por los privilegiados que tenían una doble pletina en casa. Así, canción a canción, mis oídos se fueron enganchando a las guitarras, al principio solo cuando quedaba en casa de algún amigo y aprovechábamos para poner los discos de su hermano mayor. Por supuesto, sin que el propietario de estos supiera nada. Pero con el tiempo no me bastó solo con eso. Necesitaba llenar las soledades de mi cuarto y de mis horas de estudio con estos sonidos. El Metal fue paciente conmigo. Me mandaba alcahuetas disfrazadas de colegas con walkmans para irme, poco a poco, llevando “al huerto”.
Y creo que en esta lista puede verse todo esto. Grupos como unos Celtas Cortos, Garbage, The Offspring y los Héroes del Silencio fueron dejando sitio a los Extremoduro, Guns N´ Roses, Dover o los clásicos Rolling Stones.

Es curioso como hay grupos de los que el recuerdo de la primera vez que escuchaste uno de sus temas se te queda grabado para siempre, como si en tu memoria se esculpiera una estatua que conmemorara ese momento a martillo y cincel. En aquella sala de estudio en la que a esas horas solíamos quedar los mismos 6 o 7, Navarro extendió la mano con uno de los cascos:
“Escúchalo, creo que te va a gustar”.

La canción era «The Beauty and the Beast», de mis queridísimos Nightwish.

Gracias Navarro.

El resto es historia…

A. Gil echa la vista atrás y sufre nueva contractura en su cuello.

Hay tres momentos que marcaron mi vida como aficionado y coleccionista de heavy metal:

1987. Mayra Gómez Kemp y el Tufairo Chauchan Tinonononí :

No recuerdo el curso, segundo o tercero de EGB. Doña Basilia o don Gerardo ya marcaban mi sino a fuego. Recuerdo perfectamente la actuación de Europe en el 1,2,3. “Esos rubios de largas cabelleras rizadas muy guapos y de voces melodiosas” se marcaron enlatados «Carrie» y «The final Countdown», cuyo pegadizo estribillo martilleaba en clase nuestras cabecitas infantiles junto a las tablas de multiplicar. Para reyes cayó la cinta de cassette. Se me había antojado. Sonaba bestial en casa de mi primo Tony. Tita Waltasar se encargó, quién si no, de que me llegara ese año junto al «Estamos locos o qué» de Hombres G. La sigo conservando como oro en paño excepto la carcasa: me la perdió Pablo “Aliscar” Alarcón.

Europe es la chica rubia guapa del cole que nos gustaba a toda la clase. Pero me quedo con Ninja, que me gusta muchísimo, por no repetirme.

 

1993. Época de pájaras y granos o de gansos rosas. Enter Sandman anda el juego

En octavo teníamos un compañero que se dedicaba a decorar el aula cual cueva de Altamira. En lugar de acciones de caza o ritos cavernícolas pintaba pistolas y rosas. Algunas las llegó a dibujar en hojas de cuadritos con la paciencia y el trazo imponente de un boli bic. «Don’t you cry» (la llamábamos así) se convirtió en la banda sonora de aquel curso. Esa y el «Step by Step» de New Kids on the Block. Pero fue en primero de BUP cuando la banda más peligrosa del mundo me caló hondo como solo cala Bunbury. Los 40 retransmitieron un concierto de Axl & cía en París. Lo grabé y se lo pasé a un compañero de clase. Este, a cambio, me prestó el «Thunderstruck» de AC/DC y algunas canciones más de discos anteriores («Dirty Deeds Done Dirt Cheap», entre ellas). Pero en aquella etapa me interesaban más Public Enemy, Run DMC, House of Pain o Naughty by Nature. Rap del bueno. Infaaaame.

Guns N’ Roses fue mi primera novia, mi primer beso con los ojos cerrados y Terminator 2 un ramo de rosas arrancadas para regalar.

Ya por 1995 mi fe en el rap se desvanecía. Snoop tiraba pero ya no era lo mismo. En el viaje fin de curso de tercero de BUP aparecieron Metallica y su album negro. Me lo prestó el pierdecarátulas de Pablo. Lo grabé para el avión. Recuerdo de ese mismo viaje cómo cambié la letra de la famosa canción de los Eagles, «Hotel California», por otra que hablaba de tirar garrafas de agua de cinco litros por un octavo piso, Hotel Gran Mallorca. Llegamos a hacerlo, sí. Lo seguiré recordando “por donde quiera que vague”. También a Javier y Andrés, que siguieron avivando la llama que prendieron don Gerardo y doña Basilia.

1997. Wasting Love, Wasted Years... y el año que me casé con la doncella (A Chemical Wedding).

Quien me conoce sabe que Iron Maiden es, musicalmente, el amor de mi vida. Hubo un antes y un después desde que «Afraid To Shoot Strangers» sonó por primera vez en mi Sony. Eran los primeros años de universidad y el tráfico de cintas era la práctica más habitual, sin contar las infatigables lecturas de textos de don Ramón Menéndez Pidal, que hacíamos en las bibliotecas de la Hispalense. Compré original en aquellos primeros días la cassette «A Real Dead One» y me aburrió sobremanera. Sí, no empezamos con buen pie. Pero me llegó de golpe y porrazo en una TDK «Fear of the Dark». Me gustó tanto que corrí a comprar el «A Real Live One». Impresionante. Fuera juicios vacuos al galope de «The Evil that Men Do».

Hoy en día, cumplido el sueño de la docencia, colecciono hasta pedos bootlegs de Eddie más enamorado que nunca.

Pablo Alarcón y la historia de como comenzó a «hacerse jevi».

   El primer grupo de Heavy que aterrizó en mi hangar auditivo, allá por 1.987, con 12 años, fue Barón Rojo, cuando un amigo y compañero de clase que se quedaba en casa a hacer los deberes en una de esas tardes se trajo una casete, no recuerdo si era el disco “Metalmorfosis” o una recopilación de canciones, y me puso el “Casi me mato”. Mi reacción al cabo de un rato en el buga de los Barones fue de estupor y más bien rechazo. Nunca había escuchado con detenimiento una propuesta musical semejante y me costó asimilar tal sonido y letra.

Fueron llegando cintas de agrupaciones como Megadeth, Mötley Crüe, Sepultura… y empecé paulatinamente a ir abriendo mi oído por la jungla de Metal y la idiosincrasia de la música Heavy Rock fue calando y ya no paré de experimentar.

Con el “Seventh Son…” de La Doncella caí rendido a sus pies. Eran días de Discoplay (antigua tienda online, pioneras), para internet aún quedaba y el tape trading, intercambio de casetes, era la vía de acceso a nuestra música.

Por aquella época más tardía, 1992 o así, ya había escuchado a Héroes del Silencio y su “Flor venenosa”, se hacía fuerte “Entre dos tierras”. Esto ya en el instituto, donde fueron cayendo AC/DC, Alice Cooper, Maiden y su miedo de la oscuridad, Metallica apurando el combustible negro y un sinfín de obras que acrecentarían mis ganas por seguir indagando y “hacerme jevi”.


Otra ola de Metal que fue definitiva, ya en período universitario, llegó para empaparme y revolcarme. Avalanch son referencia en esta etapa, aún sin entrar en la veintena. “La llama eterna” y temas como “Excalibur” o la homónima del álbum hicieron de este un discazo. Luego fui cazando a Tierra Santa y su «Medieval» (más subsiguientes lanzamientos), Mägo y «Chamberí», Saurom y su magia juglar, joda a quien joda con los Lujuria

El mito de Manowar me vino con “The Triumph of Steel” y la opus suite de ocho partes “Achilles…” ¡Lo flipé!. Aún conservo la cinta que pillé en Sevilla Rock. Y otros dos grandes referentes del Power Metal: Stratovarius, con “Episode” a la cabeza y “Father Time” como hit, entre tantos otros; Rhapsody, primero con el descubrimiento de “Legendary Tales” (delicatesen de Música Clásica con sus clavicordios y orquestaciones sublimes en un contexto de fantasía y épica), del que me quedo con “Land of Immortals” y posteriormente con la obra cumbre “Symphony Of Enchanted Lands”, difícil  quedarme con un único himno, pero bien podrían ser “Emerald Sword” y “Eternal Glory”. Otro pilar de mi discografía Power fue la aparición de Hammerfall y su debú con “Glory to the Brave”. ¿”The Dragon Lies Bleeding”? perfectamente.

Pero no sólo el Metal de corte más Power me nutrí en mis inicios. El Metal Extremo también me llamó, con grupos como Cradle of Filth, “Queen of Winter, Throned”, Death, “Sacred Face”, Moonspell, “Alma Mater”… y ya ahondé un mínimo en los clásicos del Black Metal, donde un buen amigo especializado en el género me nutrió de exquisito material. Me quedo con el “Mountains of Might” de Immortal, Emperor “Cosmic Keys to my Creations and Times”, Dark Funeral “My Dark Desires”, etc.

Las canciones que marcaron el rumbo musical de Antonio:

   Realizar una acotación de las canciones que han marcado mis gustos musicales sin duda era una tarea arduo complicada. Sin embargo, asumir ese reto para Esquirlas de Metal me pareció una labor introspectiva compleja, pero apasionante. Para ello, decidí marcarme unas normas auto impuestas de las que no me podría escapar y, os puedo asegurar que el resultado ha sido muy satisfactorio:

1.- Acotar temporalmente el listado.- Siempre he entendido que mi vida, hasta cierto punto, se dividió en dos etapas: la etapa “linense” (soy originario de la Línea de la Concepción, Cádiz) y la etapa en Sevilla (es decir, cuando me desplacé a la capital andaluza para empezar la carrera con 18 años). Casualmente, no sólo por la mayoría de edad y el cambio de la peseta por el euro, sino por la variación de situación territorial y vital (sin vivir en casa de mis padres, con la autonomía propia de un universitario) y, además, por el cambio de milenio, me pareció un buen segmento para delimitar las canciones que me marcaron.

En resumen: todas las canciones que incluye este set list tiene su fin en el año 2000, inclusive. Ahí está el límite temporal.

Existen grupos que me han vinculado muchísimo a partir de ese año, quizás en el que mi explosión metalera/heavy fue más grande. Ejemplo de ello son bandas que se han quedado fuera de esta lista, como Lacuna Coil, Warcry, System of a Down, etc… pero es indudable que tiene más valor aquellos que fueron descubiertos, aun de forma muy irregular, con los contrabandos de cintas de casetes y primeras copias piratas de CDs, cuando aún el “sistema de compartidos online” de internet no tuvo su eclosión a lo bestia.

Eran otros tiempos. Los amigos implicaban compartir gustos, entre ellos los musicales, y tener amigos que pudieran pasarte una cinta (casete) con el “Kings of metal” de Manowar, era un tipo con el que tenías que mantener el contacto para que te pasara más de esa mierda tan buena que no sabías ni de dónde venía, pero que molaba que te cagas.

2.- No repetir grupos: en cualquier set list que se precie, desde que he tenido uso de razón y creedme, he realizado infinidad de ellas para varios eventos de aquellos del “agua con misterio”, siempre me ha gustado marcarme la pauta de no repetir bandas/solistas para hacerlos más amplio. Éste debía ser el caso.

De esta forma, entiendes que las bandas/solistas te realizan un “punch” en un determinado momento, con una determinada canción, (que necesariamente es la primera que escuchas de ellos) y desde ahí, el idilio es incontestable.

Parémonos aquí, pues creo que este punto es importante, y me apetece poneros algunos ejemplos.

¿Quién puede dudar que antes de “Anybody seen my baby?” de los Rolling yo, en mi tierna infancia había escuchado un “Satisfacction” o un “Angie”? Eso es indudable. O con Metallica, banda que, hasta donde llega mi memoria, estoy convencido que no fue la primera vez con el denostado “Load” que escuchaba los acordes de tan magna banda, ¿Pero sabéis qué? Yo pertenezco a esa generación que me preparaba las 12:00 de la mañana de cada sábado en casa, mando en mano, para ver los (antiguos) 40 principales con el afán de grabar videoclips y disfrutar sin descanso sólo de aquellas canciones que me gustaba escuchar y ver, aún sin saber qué rumbo iba a seguir mi gusto musical y, aún muy verde para entender lo que realmente me gustaba, aunque ya lo fuera sospechando. Y sí, flipe con el videoclip de “Until it Sleeps”. Me alucinó su oscuridad, su composición. Recuerdo el “shock” al verlo una y otra vez sin descanso, al igual que con la extraña sensualidad que rezumaba la de los Rolling. Así que, soy completamente sincero con vosotros, SI, esas fueron las 2 canciones que me marcaron de estas dos grande bandas, sin necesariamente ser las primeras que escuché.

3.- No alejarme del “target” de Esquirlas de metal.- Como dificultad añadida, entiendo que, para una comunidad como Esquirlas de Metal, donde ciertos estilos musicales, por coherencia propia no tienen cabida, con independencia de que me influyeran para llegar a este punto de entendimiento musical, no deberá incluirlos en este set list. Hablo, indudablemente, de bandas de la entidad de Red Hot Chili Peppers o Nirvana, por poner dos meros ejemplos, las cuales que fueron bandas que me marcaron a niveles brutales, pero no son exactamente el estilo musical que incluiría dentro de una noticia para Esquirlas de Metal. A veces, los amigos no escuchaban necesariamente “heavy/rock”, pero eran buenos chavales aún así.

¿Y qué más da? Diréis… Sí, pero he decidido marcan esa auto-norma. Lo más lejano al citado “target” pueden ser bandas como Crowed House o incluso Manic Streets Preachers al tratarse de un Rock alternativo que confluye con el pop, pero amigos… ahí están los Beatles con “Hey Jude” y tenemos que ser coherentes a la hora de citar las fuentes. Y a mí siempre me tiró más el Rock que el Death, para que podáis entenderme.

Y una vez entendido esto, y las reglas que me he marcado, os diré que, probablemente a diferencia de mis compañeros, mi relación con este mundillo, hasta el año 2000, fue intermitente.

No tuve la oportunidad de vivir en una época donde hubiera un acceso a la música tan brutal como existe ahora, y además, relacionarme con gente a quien le gustara este estilo musical era difícil en una ciudad pequeña como en la que yo vivía.

Recuerdo con cariño una cinta de casete que llegó a mi casa por medio de mi hermano mayor (¿cómo no?) que abría con “Barón Rojo” de Barón Rojo, continuaba con alguna de Blind Guardian y seguía con Whitin Temptation… Era un “mix”, como se llamaban antiguamente estas rebujinas de canciones, que el colega melenudo de mi admirado hermano mayor había dejado en casa. Os confieso que quemé esa puta cinta. No tenía idea de la idiosincrasia de los grupos, ni quieren eran, ni de donde provenían, sin embargo, sólo sabía que me flipaba ese sonido.

Posteriormente tuve mi colega de Manowar y otro que me dejó caer un disco llamado “Finisterra” de la que aluciné con la primera que escuché: “Hasta que el cuerpo aguante” y además, ese reiterado hermano mayor conoció en su carrera que cursaba en Cádiz a un tal Manu, un tío que hacia malabares para un grupo de la zona del que cayó en mis manos una maqueta que éste mismo le regaló y así, como quien no quiere la cosa, y quedando impresionado de la calidad de una simple maqueta, conocí a los Saurom.

De todas formas, he de confesar que entretanto, siempre coqueteé con otros estilo musicales y, aunque hubo bandas que me gustaron, siempre echaba de menos ciertos dobles bombos y punteos rápidos que sólo veo en cierto grupos.

Y tampoco me avergüenza decir que, a medida que avanzaban los años, por las colaboraciones de Mägo de Oz (por aquel entonces mi grupo preferido) empecé a descubrir bandas como Warcry, Saratoga, Ankhara, etc… y a partir de ahí, entendí que lo que me gustaba era ese rollito, y además, disfrutaba teniendo que realizar labores de búsqueda (con los limitados medios de entonces) de esas bandas y solistas, aprender sus discografías y conocer el cómo y porqué de los grupos que empezaban a relacionarse cada vez más a medida que las iba conociendo. No entraba en el juego para mí la música a la carta de las diferentes radio formulas. Yo disfrutaba descubriendo bandas que, en orden a cierta exclusividad, no todo el mundo conocía. Y ojo, me gustaba descubrírselas a todo el que tuviera a bien escucharlas y prestarme un poco de atención.

A grandes rasgos ese fue mi inicio del idilio…el resto, como se dice en las grandes películas, es historia.

Desde entonces no he dejado de aprender y conocer bandas. Este mundo es mucho más grande de lo que a priori parece, la mezcla de estilos sigue estando en alza, en contraposición a expresiones cuñadas de que “el rock ha muerto”. Sigo apasionándome con el descubrimiento de bandas que no conocía y las que siguen saliendo al mercado, sabiéndome un auténtico desconocedor de la amplitud que este estilo de música puede mostrarnos a quien queramos dedicarle un rato entender a las diferentes bandas que realizan música de calidad, en un sector cada vez más castigado.

Por eso es responsabilidad nuestra, la de los que realmente amamos este estilo de música, apoyar a las bandas para que la rueda nunca deje de girar y que las nuevas generaciones tengan el honor de vivir lo mismo que nosotros vivimos cuando empezábamos a descubrir este sonido que tanto no apasiona.

Rock on!

Terminamos con el listado de canciones que impactaron a JB:

 

Esperamos que hayas disfrutado de esta publicación tanto como nosotros lo hemos hecho realizándola. Agradecidos de que hayas llegado hasta aquí después de todo el rollo que hemos soltado. Te animamos a que nos dejes un comentario contándonos cuál fue esa chispa adecuada que hizo que se encendiera tu llama por el metal.

 

Mia Wallace.

Notas del autor:

1. Nombre totalmente ficticio. Cualquier parecido con la realidad es pura casualidad.

2. Por si alguien no lo ha entendido, me refiero al reggaeton.

2 comentarios

  1. El Puli de Cádiz

    Cuando escribí mi parte para esta entrada no sabía el título que iba a tener; de lo contrario, habría contado una leyenda que circula sobre mi nacimiento.
    Venga, la cuento aquí:

    Dicen por ahí que cuando nací, lo hice con las melenas, las barbas, las gafas y la camiseta de Tankard; y el médico le dijo a mi madre: «Señora, ha tenido usted un jevi».

  2. Javier Barrera

    Pues mis comienzos fueron parecidos a los de Puli. Empezaron a despertar el gusanillo aquellos Europe y Bon Jovi del 86, aunque el Bon Jovi que a mi me compró fue el de New Jersey… Esa estética, aquellos coros y energía. Todavía recuerdo a un colega llegando con el loro sonando el Somewhere in time y dije: esto me flipa. Me recomendó un programa de la MTV que se cogía por el vídeo comunitario (el cual tenía enganchado como todos los del bloque) y aquellos clips de Whitesnake, Manowar, Motley… eran la leche. Había un niño pijo en la pandilla que se hacía con todos los vinilos que quería (colección que después vendió por 250 pesetas a Record Sevilla porque no le gustaban… para matarlo) y rulaban las ferrocromo y la doble pletina autorreverse a full. A raiz de ahí, ya no podía dejar de consumir música… Barón Rojo, ACDC, Metallica, Helloween, Dio, Guns n Roses…En aquellos años no pararon de salir joyas que hicieron que no pudiese salir. Y cuando fuí a aquel festival con ACDC, Metallica, Tesla…como dice Mía, creo que las canas me crecen en los festivales. Esa sensación del bombo pegándote en el pecho mientras las guitarras te hacen flipar no se puede dejar de sentir. Yo comprendí la situación: hermano soy del Rock`n roll.

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