ROMERÍA A RIENDA SUELTA
A ver como escribo yo esto…
Me ofrecí a realizar la crónica de un concierto al día siguiente del concierto, cuando aún apenas era consciente de que estaba proponiendo escribir sobre el mejor puto concierto de mi vida. Ni de lejos el mejor de Marea, de hecho apenas unas semanas antes estuve en Madrid viéndoles dar todo como si acabasen de empezar, siendo al mismo tiempo coherentes con el mito que ya son; pero sí el mejor de mi vida, por muchos componentes que no vienen al caso para quien lea esta crónica, muy personal; más allá del puñado largo de personas que estaban allí y saben por qué lo fue, y lo fue desde la previa.
El calor sofocante del junio avanzado sevillano retrasó la formación de la cola hasta hora y poco antes de la apertura, la cerveza se desbordaba hasta los Guadalquivires que vadeaban en las pruebas de sonido haciendo que algunos de los inconscientes que ya nos habíamos puesto a la parrilla, sabedores del setlist de lo que llevan de la gira, pegásemos el primer bote de la tarde: Canaleros no entraba en lo previsto, y en cuanto la aguardentosa voz de Kutxi Romero dio por buena la parte técnica, un bafle espontáneo tomó el relevo en el aparcamiento de las Instalaciones Deportivas de la Cartuja, donde esa manada de desquiciados buscábamos algo de sombra. De allí nos echaron pronto, de las mejores maneras porque si no se podía estar, pues había que irse: a la solana del acceso sur del estadio (que quiso ser) olímpico, cayendo el sol de plano.
Que en Sevilla a final de junio haga calor no es culpa de la organización, ni del ayuntamiento ni de nadie más que quien puso aquí la ciudad, qué se le va a hacer, pero lo cierto es que la espera se hizo algo dura, con lo bien que se podría haber estado habilitando adecuadamente el parking por donde entro a ver al Ciencias y en el que nos quedamos todo lo que pudimos los que buscábamos la ciencia que vino de Plasencia y de Carabanchel. El remedo de portada de Feria que daba acceso al remedo de festival llamado Live Sur Stadium se abrió con algo de retraso sobre lo previsto, los grillados que nos ganamos un soponcio por entrar pronto nos ubicamos en la valla y se me cayó la primera cerveza.

Barras llenas debido al poco margen de tiempo cuando un helicóptero aterrizó en el escenario: Martín Romero, otrora el pequeño de «la Romería», ahora ya el mediano; se lanzaba con la fuerza de un tornado a todas partes del largo escenario, sin camiseta que romperse. «Para siempre« abrió el repertorio de Bocanada, en ausencia del discurso con el que Martín suele presentar su intervención como un mero accesorio antes de “dar paso a la mejor banda de rock del mundo”: no había forma de que soltase los mismos comentarios que en Madrid sobre si “los que estábamos allí no habíamos ido a verles a ellos”, porque una multitud de gargantas le interrumpimos con un atronador “a los dos” y bramamos el nombre de los otros de Berriozar haciendo ondear camisetas con el corazón alado. Los ojos vidriosos de Martín hablaron por sí mismos: “Joder, Sevilla… no voy a decir nada más, ¡vamos a tocar!” y se lanzaron a interpretar «Más animal« con el entusiasmo de quien se sabe, ahí sí, frente a su público.
«Río«, «Cuando se extingan las cucarachas«, «Golpe de Mar«, «El Voladero«, «Tu nombre se escribe con sangre«… no recuerdo el orden, da igual; se marcaron un directo repleto de energía sólo por el cual ya había valido la entrada, el sol y la otra cerveza que duchó al que estaba a mi lado cuando Martín, un auténtico «Gallo de Pelea«; posiblemente el frontman más enérgico del panorama contemporáneo, se lanzó a la multitud durante «Mala Hierba«. «Que me arranquen el pellejo«, justo ese día, en ese momento, me cayó como la primera de las kutxilladas que me disponía a recibir voluntariamente, y una apoteósica «Campo a través» firmó en agenda la cita prometida dejando impaciente a la concurrencia para reencontrarse con Bocanada a la que “solo le queda avanzar” (avanzar, avanzar, Bocanada, ¡Bocanada!) más pronto que tarde, y con un ambiente frenético para recibir a la única banda del rock urbano patrio capaz de congregar tal concurrencia y, como después diría Kutxi, conseguir que algún chaval tome el testigo. De momento hay dos, y ya saben que cuentan con los que estábamos en la pista.

Caballos de las rocinas entre polvo en las pantallas, galopando Sin Riendas al compás del fandango del Cabrero que presta el título al nuevo trabajo, «Los Potros del Tiempo«; rebufos impacientes y trote estático en el público, cinco sombras de dispar movimiento bajo focos azules y, como una bomba, el solitario y portentoso riff de Kolibrí, tres compases después, la batería de Alen Ayerdi y el bajo de César; el rock&roll hecho ritmo en las cuerdas de Piñas y comienzan a descoser «Otra Cicatriz», aunque allí todos tenemos las carnes abiertas. Sin solución de continuidad, «Más me duele a mí» y «La grillera«, que al leer el título en la portada del disco sin abrir, allá por diciembre, ya me sonó a temazo de Marea, haciendo lo que siempre hacen (como dirían ellos mismos, afortunadamente).
“Soy el más tonto del pueblo —había dicho Kutxi en Madrid a esas alturas—, me he puesto a cantar la última estrofa debajo de la gotera”, porque en el auditorio de Rivas nos estuvo lloviendo y con ganas el primer tercio del concierto, hasta el punto que medio en broma medio en serio el grupo llegó a preguntar si seguían, y menos mal que siguieron. En Sevilla, sin embargo, estábamos aún más empapados, pero de sudor, bebidas dispersas entre la euforia como aspersores y el agua que desde el foso se empezaba a repartir desde el principio. Una de las pocas veces que miré el móvil para que uno de los rezagados de mi grupo nos localizase, marcaba la pantalla “22:45, 38º”. Sevilla.

“Sevilla de mis Reincidentes, de mi Cabrero”… comenzó a pregonar el rockmancero gitano que nació del hambre en Navarra; que después sacaría a Albertucho como cómplice para ejecutar «Nuestra Fosa«. Sinceramente, siendo la segunda (y no va a ser la última) ocasión en que presencio el dueto, sigue sin convencerme el estilo del de Bellavista para esa canción en concreto. Uno de los temas intimistas del Romero más poeta quizá merece una presentación más contenida y menos radical, en el sentido de raíz andaluza marcada por el quejío del acompañante. Sí lo pondría, por ejemplo, a cantar el segundo clásico de cuantos se entreveraron en la dos horas largas: «Manuela canta saetas«, casi un himno jondo que siguió al primer tema histórico, «Mierda y Cuchara«; hilado con ese en el que yo ya perdí la noción del tiempo y el espacio: «El Temblor» se apoderó de La Cartuja y a partir de ahí yo ya iba ciego de humedad (…) con vinagre en el cantar y beoda la mirada.
Dejadme, desconocidos que llegáis aquí, que os diga que en adelante vuelvo a perder el hilo del orden de los temas, me es imposible recordar cuantos hicieron en Madrid y aquí no, y viceversa. No recuerdo si Kutxi se estudió la letra de Ceniciento de la que no se acordaba a primeros de mes o es que la dejó en la faltriquera; ni sé en qué momento colaron «Canaleros«, solo sé que estaba con gente a la que quiero y que son otros locos de Marea; yo en ese momento aún no había siquiera pensado en redactar esta crónica y solo me preocupaba disfrutar de ese instante. Ya he dicho: el mejor concierto de mi Pura Vida.

Así, fueron intercalando canciones del trabajo que presentan con los grandes éxitos que se esperan de una gira de Aniversario, y el ecuador del acontecimiento tuvo como punto álgido el “momento Pantoja y Paquirrín” con el último integrante de la Romería: Aarón Romero —al que dice Kutxi que le puso el nombre para mandarle a dormir diciendo “a la Camarón”— introduciendo el mítico «Corazón de Mimbre» como si lo hubieran concebido de un «revolcón» en un escenario, con esa canción. Quién sabe.
No le quedaba el moño apretao a ninguna sirena cuando mandaron «Que se joda el viento», aunque buena falta haría algo más de aire, que hubiese inflamado aún más la petición del Piñas cuando Kutxi dijo que se iba a actualizar sus redes sociales (tuvo whatsapp durante media hora y la única app que usa es la del tiempo, ahí podría ver lo de los 38º, yo no volví a mirar): “vamos a aprovechar el calor y le metemos fuego a esto”, dijo, para dar cuenta de la primera canción que Marea creó hace 25 años: un cuarto de siglo «Trasegando», así empezó todo y aquí siguen no precisamente cogidos con «Alfileres«.

La banda dio un breve respiro para ir a las barras, menos y peor distribuidas de lo que sería esperable, y volver para la catarsis total. Se reivindicaron como últimos representantes de una forma de entender el rock: “aunque ya no vayan a pisar más un escenario Los Suaves, Extremoduro, Barricada…” están ellos, y sigue estando la guitarra de Boni en los dedos de gelatina de Kolibrí, están las voces a pachas de Kutxi y Piñas versionando «El Trompo«, están las emblemáticas notas de «La Rueca» y «La Luna me sabe a poco» en las que el vocalista apenas musitó, señalando su oreja más de una vez para obligarnos a lo que ya deseábamos. La transparente presencia de Robe, inspirador del tema, se intuía y su voz pareció poseer muchas gargantas, aunque bien pudiese ser debido a otro efecto, con «En tu agujero«.
Desgañitados todos, apenas pareció un entrenamiento cuando el torbellino Martín volvió a revolotear sobre el escenario, dejando estelas de adrenalina incendiada, en ese chute adictivo que es «Como los trileros«. Ahí, cuando íbamos todos recogiendo la alegría en puñados de a diez, igual que seguía el staff ofreciendo botellas de agua (enorme equipo humano que llevan siempre los Marea) y se iba desgranando lo que quedaba de disco nuevo; fue que yo recobré por completo la conciencia de orden, sabiendo que ese momento en el que estaba siendo feliz iba llegando a su culminación cuando sonó el primer “hasta siempre” desde la garganta que ha cantado, sin él saberlo, tantas cosas de mi vida.

Sedente en el estrado de Alen, recitando su poema de los bailarines desnudos, Kutxi alentó a la demora del silencio cuando la música se apaga y Se acaba el baile; llamó a que vivamos nuestra propia libertad sin ningún tipo de miedo ni «Jindama«, y que, nosotros que lo conocemos, si alguien nos pregunta por él, dejemos claro que es un puto «Perro Verde«.
Ahora me tocaría terminar este texto en alto, con alguna frase contundente: pues bien, no puedo mucho más que llegar hasta el final de la cronología. Me da igual, porque si tú supieras, si yo te dijera, si yo te contara… lo que ha sido para mí este concierto, por Lo habido y de lo que vendrá, entenderías quién pudiera con…
¡MAREA!
Texto : Francisco de Borja Castro
Fotografias: Antonio J, Álvarez