Carrera por el acantilado de madera y metal

Carrera por el acantilado de madera y metal

     Continuamos con la serie de de relatos cortos de nuestro colaborador Francisco Javier Torres Gómez, para que os entretengáis mientras tomáis el vermut con el platito de aceitunas.

¡Leed, insensatos!

Carrera por el acantilado de madera y metal
Imagen generada mediante la IA de Ideogram por El Puli de Cádiz.

    En una pequeña sala de conciertos, la penumbra se rompía solo por el brillo de las luces que iluminaban el escenario. En el centro, un virtuoso de la guitarra eléctrica, Alison Panther, se encontraba ante su público expectante. La guitarra relucía con elegancia en sus manos, y las primeras notas resonaron con una pureza incomparable.

El ritmo de la melodía llevó al intérprete a una vorágine de escalas frenéticas. Cada cuerda vibraba con intensidad, mientras sus dedos volaban por el mástil con destreza y pasión. La audiencia quedó atrapada en la magia de su interpretación, maravillada por la habilidad del guitarrista.

Sin previo aviso, una cuerda de la guitarra se rompió. La audiencia contuvo la respiración, pero para sorpresa de todos, la música no se vio afectada. Alison, sin detenerse, continuó su interpretación utilizando las cuerdas restantes con una destreza que desafiaba la lógica. Cada nota era nítida, y el público no podía creer lo que veía y escuchaba.

Mientras el sueño del hacha avanzaba en su actuación, más cuerdas comenzaron a romperse una tras otra. La guitarra parecía desafiar las leyes de la física, ya que cada nota perduraba con la misma claridad incluso cuando el mástil quedaba desnudo de cuerdas. El sonido fluía sin esfuerzo, como si la guitarra y el músico estuvieran en perfecta comunión.

La audiencia, ahora en un estado de asombro, observaba cómo los dedos de Alison se movían sobre el mástil sin ninguna resistencia. El virtuoso había trascendido las limitaciones convencionales de su instrumento, creando una pieza musical única e inolvidable.

Cuando la última cuerda se rompió y el mástil quedó completamente desnudo, la sala estalló en aplausos. Alison Panther, con una sonrisa serena, agradeció al público. La magia de su actuación quedó grabada en la memoria de todos, una prueba de que el arte verdadero puede superar cualquier obstáculo, incluso cuando las cuerdas se rompen y el silencio amenaza con apoderarse de la cordura que pueda quedar como poso de una noche de Rock.

Francisco Javier Torres Gómez

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